jueves, 23 de septiembre de 2010

LA TRISTEZA


LA TRISTEZA
Cuanta tristeza hay en mi corazón y dentro de mi ser completo, es algo que oprime el pecho, al alma la pone en una tención indescriptible, los músculos se aploman como los músculos de aquellos gladiadores que han tenido su ultimo ejercicio para salir a la arena, donde solo la frialdad de las cosas sobre el emparrillado son las que se siente, los gritos de los concurrentes, sus aplausos y la gritería, de una afición enloquecida, es la que escucha allá a lo lejos, sin más que los arreos que lleva en su mano para enfrentar al más temibles de los adversarios, en un combate a muerte, solo sabe, que uno de los dos es el que saldrá en hombros, de ese embudo, por las muchedumbres que hoy se dieron cita, para ver morir a un hombre, a ellos nos les importa demasiado quien es el muera, solo están en el lugar, para ver correr la sangre y ver la arena del entortado, salpicada de carmesí, de un lugar a otro, total ya han pagado para presenciar el espectáculo y, en resumidas cuentas es lo que a la gente le quita el estrés de una vida ajetreada, por los cambios drásticos de una sociedad en ebullición constantemente, de una sociedad que espera que la vida de otros, cambien las verdades, de lo que a diario están viviendo en sus propias vidas, llenas de ilusiones que no se les han hecho realidad, porque solo han quedado en sueños truncados, por que esta misma ebullición los ahogo en su intento por querer sobre salir más que aquellos que tuvieron, que tuvieron desde mucho antes el mango de la sartén asida, desde el mismísimo tiempo en que aparecieron en la escena, los grandes maestres de la lucha grecorromana y de esos hombres que reclutaron a otros hombres para que el espectáculo le dieran la razón a Cesar de que el era el mejor, en el manejo de los sentimientos del pueblo, de un pueblo que ya no lo llenaba, la arena, ni el enfrentamiento de hombre a hombre, si no que llego el momento de concebir en su mente, que el espectáculo tenia que seguir a costa de lo que fuese, enfrentar a estos hombres, con bestias, que derramaban su sangre y sus carnes, carnes quedaban desgarradas por todos lados, como si estas estuviesen destinadas a terminar llenas de lodo revueltas con pedazos de ropa, de aquellas escasa ropa que ellos podían portar para realizar tal evento y, creo que al final de la contienda la multitud quedaba como al principio o peor a un más sedienta de sangre, más que cuando entraron al graderío donde el licor embriagante y la misma euforia de la multitud, hacia de esos instantes los más preciados para los espectadores y que decir del Cesar, el hombre más arrogante que algún otro mortal de sus tiempo, al fin y al cabo era la máxima autoridad, aquel que daba en formas de dadivas, todo lo que en el circo pasaba, desde proporcionar el pan y el buen vino; que tristeza debió sentir el monarca en su corazón, cuando el pueblo se canso de la arena, del enfrentamiento de los hombres con los tigres y leones, de los hombres contra hombres, sin que estos le diera la tranquilidad de que su gobierno podía perdurar más allá de los años que en realidad podía vivir; solo que el circo no perdió su esencia, los hombres de todos los tiempos tomaron para si, los mejores actos para llevarlos a esta sociedad que cada día se encuentra en el embudo o cuello de botella, donde se aprecia que cada día que pasa se hace más y más estrecho, donde no hay otra salida………… a sus sentimientos, esa creo que fue la tristeza mayor del Cesar…..
JOSE MANUEL
REFORMA, CHIAPAS, MÉXICO
A 23 DE SEPTIEMBRE 2010

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