El OCASO
Cuanto he querido pasar una tarde a la orilla del mar, sintiendo la brisa de las olas en mi cara, viendo las gaviotas sumergirse una y otras vez en las aguas del océano en busca de peces o de alguna otra cosa marina para comer, yo por mi parte disfrutare de su presencia y de paso de eso que se llama ocaso, ver una puesta de sol que es algo por demás grande, sublime, que debemos paladear tantas veces que nos sea posible a lo largo de nuestras vidas, dejando atrás lo sublime de tan excelso espectáculo, lo reconfortante para el alma poder ver esos mechones rojizos, amarillos y verde esmeralda que parece que a lo lejos se unen la olas y los rayos solares moribundo, de la tarta que hace a la visión óptica de la majestuosidad del astro REY, allá a lo lejos como si fuese un gran pastel de unas manzanas escogidas de las más rojas, como aquellos labios apetitosos de la primera vez que vimos a la chica que nos disponíamos a cortejar para luego hacer nuestra primera cita, cita que nos despierta el AMOR y nos desparpaja el seso con ideas locas de remate, pero retomando el tema del ocaso que hermoso es la estancia en la playa de cualquier mar de nuestro planeta y quedarse extasiado, desde los primeros minutos en que el REY da por terminada la jornada del día de nuestro lado para que sin dudas, vaya despuntando el alba allá al otro lado del globo terráqueo y dar paso a un nuevo día para los mortales de esos países, que en la actualidad ni duermen, por lo acelerado de los trajines propios de sus vidas y la necesidad del trabajo que se requiere para el sustento de sus familias, aun todavía yo sigo acá ya por fortuna a la orilla de la playa, que hermosa playa, de las crestas de las olas veo la espuma que hacen las aguas como si fuesen copas repletas de nieve, escarchada de coco rayado de esos cocoteros que son abundantes en las costas marinas, de vez en cuando diviso un pescador con sus redes por los acantilados que hacen unos riscos no muy altos por la parte derecha del mar que estoy viendo, la pesca no ha sido del todo buena, porque ya estaba tirando la red por horas antes de que me percatara de que ahí estaba un buen hombre de color de bronce de seño un tanto apretado y un cigarrillo a sus labios como si este estuviera, pegado o tal vez mordido por los dientes de color amarillo negruscos por el uso del tabaco, de su afán por tirar una y otra vez su tarraya, solo viene a mi mente la necesidad que tiene este hombre de llevar a su casa algún pez, que se enrede en la ya muy ajetreada red por su constante uso y por las aguas salinas del mar encrespado en esa zona por el obstáculo que representan las rocas a su paso, ahora regreso a lo que me trajo a la costa este día, seguir de cerca la puesta de sol que siempre ha llamado mi atención, porque estar aquí, no tiene ninguna comparación, estar aquí es relajante, se llena el alma de energía, de esa energías que anima a la mente al corazón estar extasiado por horas sin pensar en el mundo, sin darse por aludido de los minutos y horas que estén pasando, solo ver a nuestro sol irse por la lejanía del horizonte, poco a poco como si de verdad supiera que muchos, como yo están ahí mirándolo morir, pesando por instante que tal vez sea el ultimo día que lo veremos bajar a las profundidades de las aguas y que ya jamás lo veremos aparecer otro día por la ventana de nuestra recamara y, por fin cae allá por la joroba de esa ola que viene empujando el agua como queriendo decir a ti también te puedo llevar a un paseo submarino y así se me acabo el ocaso que hacia muchos años que no disfrutaba, no me canso de decir que majestuosidad tan grande, no te quedes sin disfrutar una puesta de sol, ve a la costa a donde quieras que puedas ir, no tiene comparación, ver el ocaso….
JOSE MANUEL
REFORMA, CHIAPAS, MEXICO
A 29 DE MAYO DE 2010
Cuanto he querido pasar una tarde a la orilla del mar, sintiendo la brisa de las olas en mi cara, viendo las gaviotas sumergirse una y otras vez en las aguas del océano en busca de peces o de alguna otra cosa marina para comer, yo por mi parte disfrutare de su presencia y de paso de eso que se llama ocaso, ver una puesta de sol que es algo por demás grande, sublime, que debemos paladear tantas veces que nos sea posible a lo largo de nuestras vidas, dejando atrás lo sublime de tan excelso espectáculo, lo reconfortante para el alma poder ver esos mechones rojizos, amarillos y verde esmeralda que parece que a lo lejos se unen la olas y los rayos solares moribundo, de la tarta que hace a la visión óptica de la majestuosidad del astro REY, allá a lo lejos como si fuese un gran pastel de unas manzanas escogidas de las más rojas, como aquellos labios apetitosos de la primera vez que vimos a la chica que nos disponíamos a cortejar para luego hacer nuestra primera cita, cita que nos despierta el AMOR y nos desparpaja el seso con ideas locas de remate, pero retomando el tema del ocaso que hermoso es la estancia en la playa de cualquier mar de nuestro planeta y quedarse extasiado, desde los primeros minutos en que el REY da por terminada la jornada del día de nuestro lado para que sin dudas, vaya despuntando el alba allá al otro lado del globo terráqueo y dar paso a un nuevo día para los mortales de esos países, que en la actualidad ni duermen, por lo acelerado de los trajines propios de sus vidas y la necesidad del trabajo que se requiere para el sustento de sus familias, aun todavía yo sigo acá ya por fortuna a la orilla de la playa, que hermosa playa, de las crestas de las olas veo la espuma que hacen las aguas como si fuesen copas repletas de nieve, escarchada de coco rayado de esos cocoteros que son abundantes en las costas marinas, de vez en cuando diviso un pescador con sus redes por los acantilados que hacen unos riscos no muy altos por la parte derecha del mar que estoy viendo, la pesca no ha sido del todo buena, porque ya estaba tirando la red por horas antes de que me percatara de que ahí estaba un buen hombre de color de bronce de seño un tanto apretado y un cigarrillo a sus labios como si este estuviera, pegado o tal vez mordido por los dientes de color amarillo negruscos por el uso del tabaco, de su afán por tirar una y otra vez su tarraya, solo viene a mi mente la necesidad que tiene este hombre de llevar a su casa algún pez, que se enrede en la ya muy ajetreada red por su constante uso y por las aguas salinas del mar encrespado en esa zona por el obstáculo que representan las rocas a su paso, ahora regreso a lo que me trajo a la costa este día, seguir de cerca la puesta de sol que siempre ha llamado mi atención, porque estar aquí, no tiene ninguna comparación, estar aquí es relajante, se llena el alma de energía, de esa energías que anima a la mente al corazón estar extasiado por horas sin pensar en el mundo, sin darse por aludido de los minutos y horas que estén pasando, solo ver a nuestro sol irse por la lejanía del horizonte, poco a poco como si de verdad supiera que muchos, como yo están ahí mirándolo morir, pesando por instante que tal vez sea el ultimo día que lo veremos bajar a las profundidades de las aguas y que ya jamás lo veremos aparecer otro día por la ventana de nuestra recamara y, por fin cae allá por la joroba de esa ola que viene empujando el agua como queriendo decir a ti también te puedo llevar a un paseo submarino y así se me acabo el ocaso que hacia muchos años que no disfrutaba, no me canso de decir que majestuosidad tan grande, no te quedes sin disfrutar una puesta de sol, ve a la costa a donde quieras que puedas ir, no tiene comparación, ver el ocaso….
JOSE MANUEL
REFORMA, CHIAPAS, MEXICO
A 29 DE MAYO DE 2010
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